En lo más profundo

En lo más profundo

En lo más profundo

 

Duele. El dolor ha vuelto en estampida. Ha cubierto cada vena y nervio de mi cuerpo de una sopa espesa que arde. No hay un solo músculo que responda a ninguna orden. Ningún hueso parece tener su forma original del todo. Soy un muñeco de trapo en el fondo de un hoyo muy profundo. En el cielo, estrellas burlonas observan mi humillación. No hay nadie para salvarme, como no hubo nadie para admirarme.

Supongo que debo alegrarme. Todo este dolor y estos pensamientos significan una cosa: estoy vivo. Es lo último que esperaba después de caer desde el cielo. Tenía entendido que de estas cosas se muere, al menos en el mundo real. Aquí… no sé qué pensar de todo. De este sitio, de lo que ha pasado. Sé por qué he llegado aquí, y creo entender por qué me ha pasado todo lo relativo a mi caída. La verdad que necesito es como una libélula, frágil y escurridiza; si trato de aferrarla con fuerza, la romperé. Tendré que dejar que se pose en mí.

Tengo todo el tiempo del mundo para meditar. Estoy muy lejos de ninguna superficie llana. Por la periferia de mi visión, veo las paredes de este agujero. Hay raíces que sobresalen, y creo sentir algún insecto caminando cerca de mi mano derecha. Vaya, es la primera vez que siento algo moverse, algo vivo. El ser de ébano no cuenta. Dudo que esté vivo o muerto. Sigo mirando, al infinito, a un cielo denso y azulado. Podría estar amaneciendo, pero no lo sé con certeza. Hasta aquí no llegarán pronto los rayos, ni el calor. Tengo frío, y dolor, y hambre. Todo lo que creí haber dejado atrás, junto con mi memoria.

De repente siento una gota en la mejilla. Luego siento otra en la frente, y otra en mi mano, y a continuación varias. Luego son más, y al final el cielo me inunda. Se está formando un charco que me rodea, mi ropa se está empapando y haciendo más pesada. El agujero que es mi mundo se está inundando, y no tengo ni un ápice de fuerza para moverme, para luchar. Siento el agua acercándose a mis labios, tengo que hacer esfuerzos para no atragantarme ni que me entre agua por la nariz. Empiezo a no ver nada, todo se está coloreando de un marrón muy oscuro y sucio.

Logro liberar un brazo del barro, y luego otro. Mis pulmones están ardiendo, y todo mi cuerpo son agujas atravesadas entre ellas. Quiero mirar al cielo, pero no puedo, y un grito sordo acompañado por burbujas cargadas de barro sale de mi boca. Quiero salir de aquí. Quiero vivir. Me siento como un mendigo, pidiendo vivir, implorando por algo que nunca le di importancia, pero joder… es verdad. No puedo escapar del dolor, así que al menos dejadme vivir. Lo acepto todo. Con todas sus consecuencias.

Por favor, dejadme vivir, aunque sea acompañado del dolor de mis acciones.

Algo parece agitarse delante de mis ojos. Parece un manchurrón oscuro, negro, y extremos afilados que se mueven como gusanos en el agua. Me encuentra, y me aferra de una de mis muñecas. Siento un frío helador, tan vacío de calor que hace del agua que me ahoga un baño caliente. Comienza a levantarme, y lo hace sin apenas esfuerzo. Empiezo a ascender, a manos de otro. Cuando el agua deja de nublar mis ojos, comienzo a ver.

No parece distinto de las otras veces que nos hemos visto. Negro, inmaculado, sin apenas ningún reflejo de luz. Sin rasgos, lisa toda su piel. Es como si estuviera hecho de aceite negro. Yo estoy tiritando, mitad por estar empapado en medio de la noche, mitad por la frialdad de su garra. Cuando me ha sacado por completo del agua, se gira noventa grados, y me suelta. Caigo al suelo sin dignidad alguna, aunque también sin dolor ninguno. A estas alturas, es difícil que pueda sentir más dolor. Al menos eso creo.

Tardo unos minutos en poder sentarme de una forma que no resulte patética. Me observa en todo momento. No sé si me estudia, o espera el momento idóneo para matarme. Qué estupidez. Podría haberlo hecho en cualquier momento. Me arrebató todo mi poder sin ningún esfuerzo. Es más de lo que yo he llegado a ser.

Sin previo aviso, se gira, y mira al pequeño estanque que se ha formado con la lluvia. Esta ha parado, igual que casi todo mi dolor. Sólo me queda el frío, y del hambre prefiero no hablar. Estoy vivo, me tendrá que servir. El ser de ébano se sienta al lado mío, sus brazos rodeando sus rodillas, y su mentón se apoya encima. Es increíble. Un ser imposible se ha convertido en un niño descubriendo que hay peces en el agua.

Estamos los dos así, observando el agua, en silencio. Qué podemos decirnos, después de todo lo pasado. Miro más arriba, y veo árboles en sombra, y luego otros más al fondo iluminados por farolas que parecen cíclopes estirados flacuchos, vigilantes inescrutables de nuestra comedia particular. Creo que se está acercando el amanecer, pero parece que está siempre muy al final del paisaje, o en el último resquicio de la periferia de mi visión. Echo de menos el día, después de tanto tiempo siendo feliz en la noche.

Sus dos manos se vuelven a posar en mi piel, pero esta vez no son tan frías. Las miro. No hay nada que describir, tienen las proporciones adecuadas, creo que el peso adecuado, la longitud de cada dedo es la adecuada…o lo era. Cada vez lo van siendo menos. Estoy viendo cómo se recortan contra mi piel, cómo se adentran en ella. Noto que empieza a estar dentro de mí, poco a poco gota a gota de este aceite negro. Está más cerca de mí, notaría su aliento si respirara. Creo que me reflejo en lo que debería ser su rostro. Sus ojos. No se distinguen, simplemente… deben serlo, porque siento su mirada clavada frente a la mía. Más cerca, y todo mi cuerpo está sintiendo ya su abrazo, el frío que poco a poco me invade, que se adentra en mí.

No me resisto. Hay tanto vacío en mí, que puede sentirse bienvenido. No nos molestaremos nunca, jamás nos tropezaremos ni discutiremos por la falta de espacio o intimidad. Podemos coexistir, y quizás algún día comprenda qué es. Por qué me elegiste. Nuestros rostros están dejando de ser identidades distintas,  el recipiente que llevo siendo tantos años se está llenando…y todo termina entonces. Caigo al suelo, y dejo de respirar por un momento… para luego gritar con todas mis fuerzas. Toda la tierra tiembla, y entonces todo es luz. El sol aparece como rebotado por el golpe de una bola de billar, y arde el mundo entero. Mis ojos gritan, mi piel se estremece como sometida a presión contra una plancha al rojo. Es todo tan blanco.

Sólo hay una salida. Me arrastro, temblando y sobrecogido, y me acerco al estanque. Veo mi rostro, más mío que nunca. Soy yo, al fin, después de separarme tanto tiempo. Toco el agua, y una pequeña onda se agita. Introduzco mi mano, y con un último rodeo, todo mi cuerpo cae en el agua. Caigo, y la luz que quema mi antiguo paraíso se hace más pequeña, todo más negro a mi alrededor. Todo se apaga, y yo al fin hallo la paz.

Despierto, tiritando, y vomito agua sin cesar. Una luz inunda mis retinas. Oigo voces, y alguien parece dirigirse a mí. Apenas puedo articular palabra alguna, y sigo escupiendo y vomitando agua. Es de noche alrededor, y mi cabeza parece dar vueltas. Me levanta para ponerme en una camilla, y siguen diciéndome palabras que apenas oigo. Me mareo, y vuelvo a desmayarme.

Estoy en una habitación de hospital. Todo es blanco, puro y limpio, la tecnología es eficiente, y mi pareja está sentada al lado mío. Tiene unas ojeras tan hermosas. Es una locura, pero lo digo en serio, son las ojeras más bonitas que he visto nunca. Uno podría enamorarse de ellas, y de los reproches que me suelta: cómo has podido estar tan loco, por qué lo has hecho, menos mal que estás bien. Su abrazo es el primer sorbo cálido que siente mi cuerpo en mucho tiempo. La aferro como si nunca más volviera a ver esas hermosas ojeras, y siento que una lágrima sale de mí. Sólo puedo pedir perdón.

Seguimos abrazados, sintiendo todas sus palabras, sus nervios haciendo temblar mi cuerpo y mis entrañas. Veo un espejo en el baño que hay en la habitación. Veo mi rostro. Miro mis ojos. Parecen más oscuros, más densos, y al mismo tiempo, más vivos.

Sé que estás ahí, en el fondo de mi mirada.

Sólo quiero decirte una cosa.

Gracias.

 

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One Comment
  1. Estoy muy orgullosa de ti. Yo siempre pensé que serías un artista, pero nunca imaginé que tuvieras ese calibre. Yo fuí tu pediatra Teguise.

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